Hilos de plata adornan nuestras sienes. Ya se hace difícil impedirles brillar. Los míos, como destellos de luna, los tuyos, como los de un rayo solar.
Casi sin darnos cuenta, amada mía, por años, hemos recorrido juntos caminos sembrados de rosas como también de espinas buscando la felicidad para los dos, como destino.
Aprendimos a ser padres sin saberlo. Dimos a nuestras semillas nuestro amor, ternura y paciencia y nos olvidamos de guardar un poco para nosotros llegando casi hasta una dolorosa indiferencia.
Hoy nuevamente solo tú y yo estamos recordando ese fuego que siempre nos ha quemado e intentando reavivar el mismo que ayer nos unió, el mismo que por mucho tiempo lo creímos apagado.
Compañera mía, veo que tienes razón. El nuestro nunca pudo haberse acabado pues aunque desapareciera todo el cielo y sus estrellas, la luna y el sol eran testigos de nuestro amor sellado.
No me cansaré de decirte a cada instante mientras vea en tus ojos mi imagen reflejar, lo mucho que te amé, amo y amaré. Así será, hasta que la vida me quiera abandonar.